Y me senté en el carro de la sombra, presa del más horrendo paroxismo, y comencé a rodar sobre una alfombra, formada por el cosmos del abismo.y abarqué el infinito en una sola mirada, llena de fulgor intenso... y vi del tiempo la gigante ola rodar al precipicio de lo inmenso. Y vi la eterna procesión de mundos, a través de mi loco desvarío, rodar por dos ignotos y profundos senos inescrutables del vacío. y llamé a Dios, con penetrante acento, con un acento penetrante y hondo, que atravesó, rasgando el firmamento, sin encontrar del firmamento el fondo. Mas, nadie respondióme. En mi agonía, -¿En dónde estás...? -grité de nuevo- ¿En dónde...? Pasó la pesadilla. Hoy todavía lo llamo y todo inútil: no responde.
lunes, 10 de agosto de 2009
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